Al finalizar la etapa del Noviciado, que dura al menos un año, los novicios habrán adquirido hábitos y espíritu de fraternidad, oración, estudio, predicación, obediencia, pobreza y castidad. Tendrán claridad sobre lo que es la vida consagrada y los votos; manifestarán coherencia y equilibrio entre vida y doctrina, contemplación y acción, palabras, palabras y obras; habrán desarrollado un sentido de identidad, pertenencia, madurez y equilibrio en todas sus dimensiones humanas y espirituales y claridad en las motivaciones que lo llevan a consagrarse en totalidad con pleno conocimiento y conciencia del compromiso que va a asumir mediante la Profesión Religiosa.